Sabemos que el interior de la Tierra es inaccesible, debido principalmente a que en el centro, la presión es aproximadamente tres millones y medio de veces la de la atmósfera y se estima que la temperatura es de 6.000 ° C (somo por comparar, diremos que la superficie del Sol alcanza los 6.500 ºC). Además, la idea de cavar un túnel no es práctica, teniendo en cuenta que con las tecnologías actuales apenas hemos logrado llegar a los 14 kilómetros.
La importancia de las ondas sísmicas
Entonces ¿Cómo sabemos lo que hay en el interior de nuestro planeta? Pues gracias a las ondas sísmicas, que son liberadas por los terremotos y atraviesan el planeta, propagándose distintas velocidades según las rocas y los materiales por los que atraviesan, pero que además, no son todas iguales: algunas (las ondas P ) viajan más rápido y se propagan tanto en líquidos como en sólidos; otras ( las ondas S ) son más lentas y se propagan solo en sólidos. Grabándolas con sismógrafos y analizándolas podemos obtener una imagen detallada del interior de la Tierra de la misma forma que, gracias a una ecografía, podemos ver a un bebé que todavía está en el vientre de la madre.
En resumen, las ondas sísmicas son como rayos X que nos permiten ver lo que hay dentro, sin tener que cavar túneles. Y así es como los científicos lograron comprender que el interior de la Tierra no es homogéneo sino que tiene una estructura de distinta capas, como si fuera una cebolla o mejor dicho, un huevo.
De este modo, sabemos que la Tierra está formada por tres capas concéntricas: la corteza , el manto y el núcleo , cuyas proporciones recíprocas son similares a las de la cáscara, la clara y la yema, del antes mencionado huevo.
La corteza terrestre
La corteza terrestre es la capa exterior de nuestro planeta y tiene un espesor que va desde los seis kilómetros (bajo los océanos) hasta los 70 (bajo las montañas más altas). Debajo de la corteza hay una capa llamada manto, cuya parte más superficial es sólida y, junto con la corteza, forma una estructura rígida llamada litosfera .
La litosfera, que según estudios acreditados se extiende hasta 130-190 kilómetros bajo nuestros pies, está dividida en placas, cuyos movimientos están en el origen de fenómenos violentos como las erupciones de volcanes y terremotos. Las placas pueden acercarse, alejarse o deslizarse entre sí porque «flotan» en la capa subyacente del manto, llamada astenosfera , que está formada solo por rocas parcialmente derretidas (aunque es aquí, de hecho, donde se origina el material fundido del magmas de los volcanes).
El manto
Sabemos ahora que la corteza terrestre, es la envoltura sobre la que caminamos, pero debajo de esta y separada por un área llamada «discontinuidad de Moho», se encuentra el manto que se divide entre manto superior y manto inferior:
- Manto superior: es una capa sólida de unos 650 kilómetros de espesor: es su continuo movimiento el que da lugar a violentos fenómenos terrestres como terremotos y erupciones volcánicas.
- Manto inferior: tiene unos 2.200 kilómetros de espesor y está compuesto por rocas fundidas, con una temperatura de unos 1.000 ° C. El manto inferior está separado del núcleo exterior por la «discontinuidad de Gutenberg», que está ubicada en aproximadamente 2891 km profundidad debajo de la superficie de la Tierra.
Núcleo
Tras el manto, llega el núcleo que también se divide en dos:
- Núcleo externo: de unos 2.250 kilómetros de espesor, está compuesto principalmente de metales líquidos y fundidos como el hierro y el níquel. La “discontinuidad de Lehmann” lo separa del núcleo interno.
- Núcleo interior: el centro de la Tierra comienza a unos 5.100 kilómetros de profundidad y tiene unos 1.200 kilómetros de espesor. Allí la temperatura es muy alta (6.000 ° C) pero la enorme presión mantiene sólida la aleación de hierro, níquel y otros elementos de los que está hecha.
¿Qué hay en el centro de la Tierra?
En su famosa novela Viaje al centro de la Tierra , escrita en 1864, el escritor Julio Verne imaginó que un enorme océano acechaba en las profundidades de nuestro planeta. Bueno, un estudio descubrió que, entre los 400 y 670 kilómetros de profundidad, existe agua y podría ser fantásticamente abundante, como la de todos los océanos juntos. Pero no se encuentra en forma líquida , sino atrapada dentro de ringwoodita , un mineral que se forma solo bajo condiciones de muy alta presión.
A una profundidad de unos 2.900 kilómetros, comienza el núcleo, que está compuesto principalmente por hierro y níquel. Esta es la capa exterior del núcleo, donde los minerales están prácticamente fusionados. Más abajo, a una profundidad de unos 5.150 kilómetros, se encuentra el mencionado núcleo interno , cuyos componentes, debido a la altísima presión, son sólidos a pesar de que la temperatura es similar a la del Sol.
¿Qué nos ayuda a estudiar el «vientre» del planeta?
Para saber qué hay debajo de nosotros, sin embargo, no siempre es necesario profundizar: las rocas de la corteza pueden contener mensajeros como los xenolitos , rocas que, desde el manto, llegaron a la superficie siguiendo, por ejemplo, la lava de los volcanes.
De hecho, para los sismólogos y científicos que se dedican al estudio de la Tierra, los volcanes son una especie de «ventana importante» sobre el interior de la Tierra porque el magma , subiendo, arrastra rocas y minerales, como la peridotita (es la roca más típica del manto superior) y la kimberlita (la roca dentro de la cual están atrapados los diamantes). Y dado que hay muchos volcanes en el mundo y sus lavas tienen diferentes composiciones, pueden entender que incluso en profundidad, las rocas no son homogéneas y que, también a distancias bastante cortas (como entre el Etna y las Eolias), la célula de donde salen los magmas puede tener diferentes composiciones.
Nuevos retos para explorar
En definitiva, los 6.371 km que nos separan del corazón de la Tierra son una sucesión de diferentes materiales a temperaturas y presiones gradualmente más elevadas que hacen de este un entorno absolutamente inhóspito. Por eso es un tesoro del que aún sabemos poco.
Y si llegar al centro de la Tierra, como hacen los protagonistas de la novela de Verne, sigue siendo un desafío imposible, los científicos no abandonan la titánica empresa de perforar el lecho marino gracias al Programa Internacional de Descubrimiento Oceánico .
Es un proyecto internacional que, perforando la corteza oceánica (más delgada que la continental), planea llegar al manto y allí tomar muestras de rocas para sumar a un rompecabezas que aún está incompleto: el que cuenta cómo está hecho nuestro planeta y cómo evoluciona con el tiempo. Y quien sabe, quizás se pueda descubrir que existen formas de vida subterránea , ciertamente diferentes a las fantásticas criaturas imaginadas por el escritor francés.
Fuente:OkDiario